
Ifigenia is talking...
Una vez más se me era encomendado el asistir al centro histórico. En esta ocasión era a presenciar la exposición tan esperada por los amantes de la fotografía “Gabriel Figueroa. Cinefotógrafo” en el Palacio de Bellas Artes.
Con una enorme sonrisa en mi rostro y con esperanzas de encontrarme con los mejores trabajos de uno de mis ídolos, asistí a ver la mayor retrospectiva con más de 350 piezas como fotografías, carteles, pinturas y unos 30 videos pertenecientes a su archivo general.
La sensibilidad que plasma en su obra es única. Las profundidades, las tonalidades, las exposiciones tan bien tratadas y por supuesto la búsqueda de tomas originales, hacen que Figueroa sea un orgullo para las artes plásticas de nuestro país y por supuesto uno de los mejores cineastas mexicanos.
Desde el momento en que escuché su nombre y vi poco de su trabajo, lo coloqué en un pedestal. En aquella época sólo tuve la oportunidad de ver sus cielos tan maravillosos de Enamorada y era justo cuando aprendía que lograr ese tipo de efectos en blanco y negro sin filtros y sin sets es casi imposible. Sin embargo, eso es la mínima parte del iceberg que es el trabajo de Figueroa.
De la exposición, lo que me llevo a la tumba, son los excelentes tratados en sus claroscuros, donde no quema las luces para resaltar sus sombras ni viceversa, logrando ese equilibrio perfecto y por supuesto sin quitarle ni textura, ni profundidad, ni cualquier otro elemento necesario para una buena composición fotográfica.
¡Cómo deseo ser de aquella época y tener la oportunidad de aprender de él! o ¿por qué no ser fotografiada por él? Más mexicanos como él, para renacer aquel cine de oro y quitarle la gloria al Chivo Lubesky o a Adolfo Prieto.
Con una enorme sonrisa en mi rostro y con esperanzas de encontrarme con los mejores trabajos de uno de mis ídolos, asistí a ver la mayor retrospectiva con más de 350 piezas como fotografías, carteles, pinturas y unos 30 videos pertenecientes a su archivo general.
La sensibilidad que plasma en su obra es única. Las profundidades, las tonalidades, las exposiciones tan bien tratadas y por supuesto la búsqueda de tomas originales, hacen que Figueroa sea un orgullo para las artes plásticas de nuestro país y por supuesto uno de los mejores cineastas mexicanos.
Desde el momento en que escuché su nombre y vi poco de su trabajo, lo coloqué en un pedestal. En aquella época sólo tuve la oportunidad de ver sus cielos tan maravillosos de Enamorada y era justo cuando aprendía que lograr ese tipo de efectos en blanco y negro sin filtros y sin sets es casi imposible. Sin embargo, eso es la mínima parte del iceberg que es el trabajo de Figueroa.
De la exposición, lo que me llevo a la tumba, son los excelentes tratados en sus claroscuros, donde no quema las luces para resaltar sus sombras ni viceversa, logrando ese equilibrio perfecto y por supuesto sin quitarle ni textura, ni profundidad, ni cualquier otro elemento necesario para una buena composición fotográfica.
¡Cómo deseo ser de aquella época y tener la oportunidad de aprender de él! o ¿por qué no ser fotografiada por él? Más mexicanos como él, para renacer aquel cine de oro y quitarle la gloria al Chivo Lubesky o a Adolfo Prieto.